jueves, 3 de enero de 2013

La honestidad en estado puro.




  Dadas las fechas había pensado escribirle a los magos sin reinado, pero la marcha de Carmen, de Carmen Calleja, sustituye mis deseos por mi reconocimiento, y las primeras letras del año se las debo a ella, para que la muerte no tenga la última palabra.

 Estaba a punto de empezar la primavera del año pasado, y Carmen decidió escribir sobre “El valor añadido de Griñán” como testamento político, y  por si había alguna duda se le ocurrió señalar a diestro y siniestro, como ella hacia las cosas, ligera de equipaje. Su texto era impecable, pero no era políticamente correcto, lo sabía porque lo hablamos, y me dijo: “solo digo la verdad y a nuestra edad y con nuestro costurones, ancha es Castilla amiga Kechu”.

Cuando compartíamos plató en las tertulias televisivas de Paco Robles, al terminar le susurraba: es menester que no faltes nunca, porque si tú no estás, me siento obligada a defender a quienes cuando tú no vienes no tienen defensa, y a mí ya me conoces Carmen, mi verbo que no mis posiciones son más radicales; y ella me contestaba: decimos lo mismo y, yo le insistía la música y la letra tienen matices amiga Carmen.
Luego, de regreso a casa, nos confesábamos y no dejábamos ni un sapo viviente libre de ser despellejado, la sensación era esplendida, nuestros fantasmas esas noches nos dejaban dormir, como siempre estar con ella tenía un efecto balsámico.
No es su curriculum lo que la define, es precisamente su competencia personal, decidió ser competente por encima de ser competitiva, estar, debatir a su lado era sobre todo un placentero recorrido por el presente sin tapujos, tenía la capacidad de respetar infinitamente también al adversario, discípula de Tennessee Williams, que decía aquello de que “el odio es un sentimiento que solo puede existir en ausencia de toda inteligencia”.
Su aparente fragilidad, era sólo una coartada para sorprendernos en la fortaleza de sus convicciones, era implacable en sus argumentos, la arquitectura de su discurso no tenia adornos, pero estaba cargada de razones, nada palaciega, lo suyo no era la literatura era la física del átomo con la que un día describió al Presidente andaluz, “él no robaría ni siquiera para comer”, esa era Carmen.

 



Algunas veces nos preguntábamos que hacíamos unas chicas como nosotras en un sitio como este, y ella siempre me decía: “es que los queremos”.

Ni el tiempo ni el paisaje borrarán tu huella grabada con la nuestra, amiga Carmen.


Kechu Aramburu.
El correo de Andalucía 3 enero 2013.