Dadas las fechas había pensado
escribirle a los magos sin reinado, pero la marcha de Carmen, de Carmen
Calleja, sustituye mis deseos por mi reconocimiento, y las primeras letras del
año se las debo a ella, para que la muerte no tenga la última palabra.


Luego, de regreso a casa,
nos confesábamos y no dejábamos ni un sapo viviente libre de ser despellejado,
la sensación era esplendida, nuestros fantasmas esas noches nos dejaban dormir,
como siempre estar con ella tenía un efecto balsámico.
No es su curriculum lo
que la define, es precisamente su competencia personal, decidió ser competente
por encima de ser competitiva, estar, debatir a su lado era sobre todo un
placentero recorrido por el presente sin tapujos, tenía la capacidad de
respetar infinitamente también al adversario, discípula de Tennessee Williams,
que decía aquello de que “el odio es un sentimiento que solo puede existir en
ausencia de toda inteligencia”.
Su aparente fragilidad,
era sólo una coartada para sorprendernos en la fortaleza de sus convicciones,
era implacable en sus argumentos, la arquitectura de su discurso no tenia
adornos, pero estaba cargada de razones, nada palaciega, lo suyo no era la literatura
era la física del átomo con la que un día describió al Presidente andaluz, “él no
robaría ni siquiera para comer”, esa era Carmen.

Ni el tiempo ni el paisaje borrarán tu huella grabada con la nuestra, amiga Carmen.
Kechu Aramburu.
El correo de Andalucía 3 enero 2013.