Este país sin el orgullo de ser español, español y con la sobredosis
de linaje, amén de la carga de la marca España que supone allende los
Pirineos, parecer... lo que no se es.
Se prepara para el peregrinaje por un
desasosegado futuro para las rasas e invisibles personas de esta aldea
ibérica. Porque la crisis de la II restauración borbónica no se limita a
la decadencia de un pseudoimperio, en términos de brecha entre los que
mandan y los mandados, es una crisis del propio sistema profundamente
opaco, salpicado hasta los tuétanos por la corrupción, teñido de
autoritarismo, clientelismo y exacerbadas desigualdades.
Sirviendo mayoritariamente a los intereses de una minoría, que acaba
de informarnos sin pudor que los grandes patrimonios españoles pueden
dar por concluida su crisis, los mismos que se han aprovechado de la
amnistía fiscal aprobada por el Gobierno para repatriar su dinero, y que
ha permitido a los evasores legalizar 40 mil millones, peldaño que ha
posibilitado que en plena crisis, aumente el índice de millonarios en la
España rescatada.
Contrasta de forma indecente esta reseña, con las evidencias del
informe de Cáritas, que recuerda que somos el segundo país de la UE con
mayor índice de pobreza infantil, y el primero en mayor tasa de abandono
escolar prematuro, culminándose el dato total de España con un registro
de un 28,2 % de pobreza en este severo umbral.
En estas condiciones, ¿es decente vociferar la estabilidad del
sistema? de una España que mira estupefacta, como narra la historia
vivida en primera persona de quienes no reconocen ni los fajines, ni las
obviedades de un discurso inevitablemente constitucional sobre la
igualdad y la diversidad, pero sobre todo no aprueban que no resuelva la
fractura y las facturas de este país.
Y no es tiempo de Ulises, porque
esto no es Ítaca.
Kechu Aramburu
Publicado el 21 de Junio del 2014,
en el Correo de Andalucia
Ya lo dijo recientemente su Majestad Juan Carlos de Borbón en una
epístola de la que se hizo eco la web Real. Quiso decir que son «malos
tiempos para la lírica», pero silenció el verbo poético de German
Coppini, el músico creador de Golpes Bajos, y saboreó la fábula de Tomas
Iriarte sobre Los dos conejos.
Es todo tan de Catón, está todo tan requetepactado, que sorprende
tanta tinta emborronada, tantas secuencias excusativas sobre los
corazones tricolores.
Nadie está sugiriendo retratos en sepia y menos
inservibles juramentos sobre quién es más republicano o monárquico.
Se
trata de que los que no pueden hablar están pidiendo algo tan básico
como el derecho a decidir el presente y el futuro de su país. Maquiavelo
dijo «todos los príncipes inteligentes han tenido cuidado de no reducir
al pueblo a la desesperación».
Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucia el 13de Junio del 2014
El Rey ha abdicado y ha nombrado a su sucesor, como en el Medievo o
en situaciones de emergencia nacional. Legitima decisión, pero
absolutamente restrictiva del principio democrático que prologa el texto
constitucional.
Lo relevante del atropellado acto, es que sería un mero gesto
melancólico del monarca, si la mayoría de las Cortes no lo convierten en
rango de ley, que tienen la competencia de rechazar o aceptar; pero
todo ha sido pactado, tanto que el núcleo de la futura ley es el propio
discurso de su majestad.
El papel de la soberanía popular, mera espectadora del evento, de
nuevo queda silenciada. La crisis de representación refleja que la
mayoría del Parlamento de España sólo representa socialmente ya al 49%
de los ciudadanos. El resto ni ha sido, ni va ser consultado.
Irresponsabilidad de quienes habitan en los oráculos del poder, al no
querer aprovechar positivamente lo que podría ser la antesala de un
consenso para el pueblo y con el pueblo, para darle la palabra a sus
representados, inclusive a los que no pudieron votar la Constitución del
78, es decir el 64% de la población española que tiene actualmente
derecho a voto, esos que no pudieron participar en el referéndum
constitucional, ya que solo un 36% de los españoles actúales, pudo
emitir un voto que llevaba impuesta la Corona, sobre la cual tampoco
pudieron decidir.
Hay 22 millones de españoles que no pudieron pronunciarse entonces,
ni tampoco ahora. Y se está argumentando con el fantasma de la
inestabilidad, para que no se aborde un proceso constituyente que se
inicie con la reforma Constitucional y desemboque en un referéndum, en
el marco del proceso arbitrado en nuestra propia Carta Magna. ¿Por qué
se tiene miedo al voto del todo el pueblo en la urnas cuando toque?
El Rey ha abdicado, ha renunciado, ha dimitido, eso en «roman
paladín» significa el reconocimiento de la profunda crisis de Estado que
vive España, no solo presidida por la credibilidad de la monarquía,
sino de la mayoría de las instituciones.
Regeneremos pues este país, porque lo necesita y es posible,
renovando y construyendo un nuevo consenso con todos, sin excepción.
Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucia,
el 8 de Junio del 2014
La cultura Friki, tiene una máxima que reza “la normalidad es una
estafa”. Y la descalificación del infantilismo, ya se sabe que las
personas de provecho consideran inmaduro a todo aquel del que no se
pueden aprovechar.
Me refiero a las declaraciones del asesor de cabecera de Mariano
Rajoy, sobre la irrupción de un nuevo fenómeno: “Todos los frikis
acaban planeando sobre Madrid”, o el Presidente de Metroscopia,
poniendo en cuarentena el voto de un millón doscientos mil españoles, o
los Florianos o Jarrones, preocupados por la deriva bolivariana del
país.
El tema no es la virtualidad de una opción política, sino que se tenga
que usar la descalificación o la criminalización, cuando se acaban los
argumentos. El interés social, estriba en que se ha señalado que,
demasiada ciudanía se ha quedado en casa porque ha dejado de creer en
las instituciones, o se ha dicho ¡Basta! a una determinada forma de
hacer política, y sobre todo ha obligado a todos a repensar, a salir del
inmovilismo, a hacer transparente y participativa la acción política, a
no tener miedo al gigante.
Por eso, comparto algunas pinceladas anexas sobre nuestra literatura,
cuando se alude al frikismo indudable de Cervantes, o de El Quijote,
significando que las grandes novelas francesas e inglesas del XVII y el
XVIII, que no hacían más que emular a El Quijote, son grandes novelas
frikis. El siglo XIX español, francamente, no es muy friki, aunque ahí
están Larra y, a ratos, Espronceda. A finales del XIX, nos encontramos
con Unamuno, que era un inmenso friki, así como Baroja y Azorín. Borges
es el mayor friki del siglo XX, un friki solo comparable a Kafka.
Por lo tanto sería aconsejable ladrar menos, aprender más y rectificar mucho más.
Kechu Aramburu del Río
Publicado en el Correo de Andalucia,
el lunes 2 de Junio de 2014