sábado, 19 de julio de 2014

No podemos

No podemos vivir sin referentes, sin referencias, sin proyectos, sin horizontes… es tan letal como dejar de respirar o de ser amado. 


Y no solo me envuelvo en las palabras de Serrat cuando decía que «Sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte», porque es tan frágil el tabique que separa el futuro del pasado, sin apenas pasar por el presente, es tan sutil la mano que mece la cuna de nuestras vidas sin apenas sentir el vértigo del balanceo, que uno de los antídotos para no desandar los caminos, y desautorizar a quienes nos emborronan, sería abastecernos de referentes.


El descrédito, y el desplome de las utopías, abonan el terreno para criminalizar a quienes se atreven a plantear la construcción de un mundo sin tan severas desigualdades. Es tan sonora la desorientación y la pérdida de rumbo de la mayoría de los que tienen que expresar modelos, programas o alternativas, cuyo sentido histórico es constituirse en la expresión de los intereses populares, y de los sectores sociales menos privilegiados, además de la obligación de ser creíbles por coherentes hacia dentro y hacia fuera. Pero ante tanta negligencia, la gente se ha sentido obligada a tomar la palabra, a tomar decisiones, a votar sin miedo a los iguales.

No hace demasiado tiempo los clásicos eran nombrables, ahora se tiene cuidado de que no sean material para los libros de textos, pero sobre todo que no sean recurrentes en el imaginario de los pueblos. No solo por la luz de los faros que han alumbrado: Marx, Engels, Trotsky, Simone de Beauvoir, Rosa de Luxemburgo, Olympe de Gouges, Hypatia de Alejandría, Clara Zetkin, Mandela, Gandhi, Foucault, Neruda, Bertol Brecht, Chaplin, Kubrick, Ferguson, y siguientes…


Al capitalismo del siglo XXI le sobra la democracia, pero el cambio se ha iniciado, y se está aprendiendo a gestionar desde abajo. Hay gente desesperada pero cargada de razones, hay rebelión pero también pulso, solo faltan referentes, proyectos reseteados y reciclados, fuerzas novedosas dispuestas para hacer la ruptura con el viejo régimen. Hay que demostrar la disponibilidad de empoderar al pueblo, de rescatar a las personas de los recortes, de la mordaza y de la corrupción. Se necesitan pistas para recuperar la confianza y la pasión por converger para garantizar el éxito.

Kechu Aramburu del Rio.
Publicado en el Correo de Andalucia el 18 de julio del 2014 
























































sábado, 12 de julio de 2014

Ser menor en tiempos de furia


Un menor es, legalmente, una persona que por razón de su edad biológica no tiene todavía plena capacidad de obrar. Y al hilo de los infantes, andando junto a los molinos de viento, justamente en la Mancha, escracheaba el cervantino don Quijote en su batalla contra las depravadas clases dominantes, que la pobreza de espíritu, así como el saber prescindir de las cosas, y sobre todo la carencia voluntaria de las mismas, era asunto para pedestal de heroicidades. 

La otra la pobreza real, la sociológica, la económica, la sobrevenida, la que se hereda o es multicausal, esa que te suele descalificar, e incluso situarte en el ámbito del delito, esa con la que se trafica, esa que se oculta, esa que molesta, que tiene el color de la mendicidad y que ahuyenta al que habita en el confort. Esa está indefensa y además no tiene ningún coronel que le escriba, porque en este bochornoso espectáculo los espectadores no tienen memoria, por eso tampoco tienen remordimientos, ni siquiera una leve conciencia.

Y para cinismo barbárico, en esta decrépita civilización, el desposeído tiene rostro de niña, de menor, de débil, del que no tiene capacidad de respuesta. Se nos acaba de alertar desde un organismo gubernamental, que en el curso pasado, el 23,9 por ciento de menores de 16 años, vivía en hogares con ingresos por debajo del umbral de la pobreza, lo que «significa que de no haber contado con la bendita caridad, la solidaridad y la ayuda pública se hubiera alcanzado el 39,1 por ciento de la población infantil». Añadido a esto, el Observatorio de la Infancia, recalca que «el 44,8 por ciento de menores vive en hogares con carencias en algunos de los conceptos básicos».

Por eso quienes contemplan desde el cinismo, todo aquello que no da réditos, que no tiene voz ni voto, que no tiene mayoría de edad, y lo hacen desde la conversión en observación mediática, literaria, cinéfila, de historia o de agenda política, adquieren la categoría de reos, y deberíamos esforzarnos en recordarles que además de los sabrosos brotes verdes que no han dejado de disfrutar algunos, existe el drama, el dolor y la frustración de quienes primero tienen que comer para crecer y luego defenderse, para impedir que esto se convierta en la Guinea Ecuatorial del sur de Europa.


Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucia,
el 11 de Julio del 2014

















 

martes, 8 de julio de 2014

Las amas de casa bajo sospecha


¿Sabes que, el tiempo dedicado a las labores en el hogar, es de 46.735 millones de horas al año, donde la alimentación y la atención de la casa absorben más del 60%, siendo las amas de casa las que aportan el 73% del trabajo de las actividades no mercantiles, y por tanto no remunerada de los hogares?

El valor del trabajo en el hogar (atención de la casa, los hijos o los mayores) y que no se computa en el producto interior bruto supone más del 27% del PIB nacional, unos 285.600 millones de euros. Sumando al valor de la producción en España habría superado 1,32 billones de euros, el año de la pre crisis. Hoy, con la aplicación de las correcciones monetarias precisas para obtener la cuantificación más atinada, serían más ceros.

Con estos datos, podemos señalar, y además desmontar, la teoría de “las amas de casa parasitas”. El problema de estos personajes no es la ignorancia por obviar que quien no cotiza no cobra el desempleo, y que solo el 57, 71 % de los inscritos percibe alguna prestación, y no superior a los 426 euros, siendo 5,9 millones de personas las que están sin empleo.


 El problema no es que su púlpito sea el oráculo del “Tea Party español”, ni siquiera el problema sería que culpabilice a las amas de casa de las cifras del paro, o ese frívolo y travestido look del amos/as de casa.



El verdadero problema es, en manos de quienes estamos, quienes llevan el timón de este país, porque “quien ha escupido” ha sido la presidencia de una entidad cuyo fin, es la defensa de los intereses empresariales ante los poderes públicos y que representa dos millones de empresas…

Se está destruyendo y precarizando el empleo, ahogando los indicadores sociales imputables a las políticas de quienes estádilapidando las cuentas y secuestrando el empobrecimiento de una España maltratada, que se quiere blanquear con la prostitución , esa que ejercen algunas amas de casa en la más absoluta y sórdida clandestinidad para dar de comer a sus hijos, y que ahora van a utilizar como motor del crecimiento, esas cien mil mujeres que mueven al año más de diez mil millones de euros, y cuya actividad es considerada ilegal, pero altamenteproductiva para sus arcas.


 
Por eso tarareo la letra de D. Civera “que lo detengan, que es un mentiroso, malvado y peligroso…”





Kechu Aramburu del Río
Publicado en el Corrreo de Andalucia el 3 de Julio del 2014



































martes, 1 de julio de 2014

La ética del pesimismo





Ana María, como las buenas supervivientes no acariciaba los mástiles, sino la huida, por eso fabulaba magistralmente con la fantasía, era de la generación de la postguerra, pertenecía a la «Nada», como nuestros adolescentes, esos que no palpan más que la incertidumbre de la inexistencia del mañana. De esa generación hostil cuyo marcador fue y es, ser testigos de un mundo hipócrita y violento.

Era tan estrafalaria, que encallaba en la diversidad de la especie, por eso su cruel y apresurada despedida nos devuelve a la uniformidad del relato, del verbo único, de la palabra empalagosa y dulzona, del optimismo de la opulencia.

El bastardo desamparo al que nos somete su definitiva fuga, nos sumerge en el laberinto de los contenedores del pensamiento, para buscar los antídotos del rosa, y el celeste, en estos tiempos de realeza, donde la pasión por la ética está tan denostada y devaluada, que ya solo cotiza en el mercado de nuestras irrelevantes utopías.

Matute era una nómada que vivía entre la desdicha mayor y la menor, pero era tan brutal su capacidad de resistencia, que se permitió la osadía de vivir de frente, por eso lo ejemplarizante de su vida no son los galardones, hoy tan manoseados, sino el homenaje a la no resignación, que disfrazaba con globos simulados, con serpentinas incoloras y juguetes rotos.

Sin redobles de campanas, suscribo las palabras de Caballero Bonald, al conocer la noticia «Su muerte es un descalabro en mi intimidad».

Kechu Aramburu del Río
Publicado en el Correo de Andalucia el 27 de Junio del 2014