domingo, 26 de julio de 2009

Nuestro absentismo escolar, y vuestro planeta indolente.


Escrito por Kechu Aramburu,
en Sevilla, el 26 de julio de 2009.


Decía María Zambrano que educar es preparar para la libertad. Pero partimos del consenso de que la educación se configura, sobre todo, como motor para la transformación social, entre otras cosas para la lucha contra las desigualdades. Y empezando por los planes integrales para la prevención, seguimiento y control del absentismo escolar, (tema estrella), que aún siendo notables, parecen ciertamente insuficientes, ya que “la condición” limita su objetivo a las mejoras, no al cambio, de las condiciones socioeconómicas y culturales, que suelen estar en la raíz de dicho absentismo escolar, y del abandono prematuro del sistema educativo. Por este motivo es imprescindible el desarrollo de actuaciones, también en el ámbito de los servicios sociales, salud, empleo, formación, etcétera.

La integración escolar en el marco de la diversidad, tiene que ser un paso previo y simultáneo para la integración social, tanto en la etapa escolar como adulta. Desde esta perspectiva, la educación no puede ser reduccionista, quedándose en el ámbito escolar, sino que debe orientar su esfuerzo, hacia la inserción familiar y económica, ya que se trata de conseguir la inclusión social completa. La escuela, estaría invalidada si no estuviera plenamente insertada, en la comunidad a la que pertenece.

Debemos apostar por acentuar, y profundizar, la creación de escuelas comunitarias, cooperativas, inclusivas, dialógicas y democráticas, revisando los límites de las actuales programaciones, ya obsoletas, creadas en función de los intereses del "mercado," para ir trabajando por competencias, tal como aconseja la UNESCO para el siglo XXI en le Informe Delors. Todo ello como modelo de Escuelas abiertas a la Comunidad, en la que se está enclavada, y con un plus de conexión con programas y servicios, dedicados al alumnado en general, y especialmente, con problemáticas de exclusión social, que debe recibir una enseñanza de validada calidad.

Parece evidente, que la escuela no puede asumir sola, la responsabilidad social ante las diferentes manifestaciones de inadaptación, a la que están sometidos amplios sectores de la sociedad. La intervención educativa, no sólo debe actuar como elemento de referencia, y planificación, sino como ámbito de yacimiento, y explotación de recursos.

Las reflexiones a las que nos emplazaría, por lo tanto, la comunidad educativa serían:

a.- Análisis del deterioro social, de los entornos de los centros educativos, como decía Vigotsky.

b.- Conocer las dificultades y disfunciones que conlleva el proceso de enseñanza-aprendizaje, ante y durante la crisis de las políticas educativas, en “la era de los brotes negros”.

c.- Tratar las causas, que provocan entre el profesorado: dudas, incertidumbres, y en algunos casos, desactivación para la adopción de medidas a aplicar, e inexistencia de modelos para intervenir, y todo ello, como decía Freire, provoca que el docente esté cuestionado en todas sus vertientes.

d.- Investigar el complejo proceso, que ha provocado un grave deterioro socioeducativo: aumento de la agresividad, absentismo escolar, desmotivación, conductas disruptivas, apatía e indiferencia, ausencia de normas, des-estructuración familiar, inexistencia y desmembración de las redes de apoyo social, carencia de criterios, valores y atonía en general.

e.- Búsqueda de propuestas, alternativas, y creación de bancos de recursos, ideas, etcétera, ante el aumento de las desigualdades, desequilibrios e injusticias sociales, que inciden en el mundo educativo.

En este sentido, la ruptura del circulo vicioso, entre la falta de horizontes, y la crisis de civilización, en sus diferentes variables, nos demanda luchar desde distintos frentes, como creadores también de conciencias, para vencer el fatalismo, e iniciar un proceso global de integración social, tal como indicaba Ramón Flecha en sus investigaciones, en la búsqueda de las necesarias y suficientes herramientas ínter-disciplinares.

Por lo cual, el objetivo “titánico” es, además de tejer los hilos de la escolaridad, quebrar el absentismo, formar y generar cultura entroncada con la inserción laboral, empeñando todo ello, en la implicación, e integración, de la escuela en su entorno, y contexto.

El reto que significa la educación de esta ciudadanía, nos lleva a contemplar nuevos espacios: Acción-Formación-Participación, por lo que entran en juego dos factores fundamentales: organización escolar y comunidad educativa. Entendidas como columna vertebral de la acción socio-educativa, teniendo siempre presente tanto las disponibilidades, que tiene tanto el sujeto, como las posibilidades que les proporciona el mundo para desplegarlas. Siendo, por lo tanto, la base de todo ello el desarrollo comunitario y la participación ciudadana; en suma la competencia individual y la social deben ser objetivos inseparables. Y todo esto incluido en el paquete de una solvente optimización de los recursos, y una suficiente financiación educativa.

El modelo debe pretender, la configuración de un proyecto socioeducativo, basado en la interrelación entre: Centro-Familia-Comunidad y Entorno. En consecuencia uno de los ejes vertebradores por excelencia debe ser, la Enseñanza Compensatoria, como herramienta de discriminación positiva, que incorpora una Ley Orgánica para dar respuesta a la diversidad, que plantean las nuevas sociedades multiculturales, y donde las demandas de los nuevos modelos de familia, y de articulaciones sociales, exigen que las desigualdades no sean un elemento segregador. Esto está ya consagrado, tanto en la Carta Magna, como en el Estatuto de Autonomía, garantizando el derecho a una educación de calidad, universal y gratuita, sin merma por razones de raza, género, clase, discapacidad física, psíquica o sensorial, o cualquier otra.


El objetivo es conseguir que la ciudadanía, en su conjunto, acceda en igualdad de condiciones al sistema educativo, y se le garanticen las más altas expectativas, en función del desarrollo potencial de todas sus capacidades, vinculado a “las adaptaciones de sus necesidades y posibilidades”.

Entendiendo, que la incorporación a itinerarios curriculares al uso, tiene que añadir “el elemento de flexibilidad”, para situarnos en el umbral de la equidad educativa, como palanca de la transformación social.

Corresponde a las Administraciones competentes, en este caso, no sólo a la educativa, tener un modelo “garantísta” de actuaciones preventivas y compensatorias, para asegurar, sin excepciones, la escolarización, adecuándola a las condiciones de desigualdades que presenta el alumnado.

La polarización de la sociedad llamada “del darwimismo social”, sociedad de los dos tercios, que incluye dentro del mercado de trabajo a dos tercios de la población, mientras que el tercio restante se encuentra en paro estructural, establece desde su origen, desigualdad de acceso a la formación y a la información.

Se trata pues de poner en marcha actuaciones singulares, y potentes, para conseguir Comunidades educativas más cualificadas, para intervenir en la educación de una ciudadanía más crítica, más justa, y más igualitaria, con pleno acceso, al “paradisíaco” Estado del Bienestar Social, del que disfruta la minoría, y al que aspira la mayoría.



Firmado: Kechu Aramburu del Río.
Profesora de Filología y Género.