sábado, 2 de junio de 2018

No ha sido una moción de censura.


Que también, lo que se ha producido ha sido un solemne "Pacto de Estado por la dignidad", en el que no sobra nadie, y faltan algunos. Podría parecer rocambolesca la jugada, pero solo si se analiza con el estereotipado prisma, de quienes se empeñan en que seamos daltónicos. La crónica más primaria nos radiografía que hay tres vértices operando: la ultraderecha, la corrupción instalada en el poder, y la variable de la pluralidad reflejo milimétrico de un país vivo.

La generosidad, el sentido de la responsabilidad, no poner condiciones en el tablero como el de la moción de censura, que es tan inédita como extraordinariamente loable en estas excepcionales circunstancias. Y además ha funcionado, "como pórtico para romper el desapego", de un pueblo que había dejado de creer en la política. Disculpen, pero más allá del inevitable guion que se debe seguir en una tribuna, absolutamente nadie, ninguno de los excesivos hombres ni de las escasísimas mujeres que intervinieron, pidieron nada a cambio de su voto.

Ni siquiera el PNV, un clásico en las negociaciones con mayúsculas. Era tan de catón, que necesitaba poner ese listón de los PGE para volver a Euskadi, pero lo hicieron sin garantías selladas en el sí a la moción, ya que en el Senado el ex partido del Gobierno tiene mayoría absoluta. Por eso al César lo que es del César, por lo tanto, como el resto, ya forman parte también del "movimiento por la regeneración, que ha derrotado en primera instancia a la corrupción, a la ultraderecha, y al pesimismo".

La partitura que han seguido todos los grupos parlamentarios, del Pacto por la Dignidad, en el estrado, ha tenido dos apartados bien diferenciados: uno primero en "clave la realidad del hoy", donde han dicho sí a recuperar la ética sin nada a cambio; y un segundo apartado dedicado al "deseo para el día siguiente", donde plasman los deberes pendientes para este país, poner en marcha un "Plan de Emergencia Social e Institucional, que devuelva España a su gente, que haga de esta tierra un lugar seguro para la democracia".

Frente al pánico de algunos... de las acusaciones de fraude por usar artículos 113 y 114.2 de la Constitución, frente a las editoriales de carácter pirómano, a los apocalípticos. Este país recupera la esperanza, y se acuña la frase que constituye "el andamiaje del Si Se Puede", porque sólo se ganan las batallas que se dan, como vienen demostrando feministas y pensionistas. Y mejor unidos, para no tener que pagar consecuencias por separado. Decía Eduardo Galeano: «Que mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo».

Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucía el 2 de junio de 2018.

Museo Guggenheim Bilbao.