Si el amor aprieta, no es tu talla.
Las mujeres hemos sido educadas para gustar, ellos para elegir, los
hombres para mandar y ellas para cuidar, por eso cuando la encuesta del
CIS pregunta por el grado de preocupación que tienen los españoles por
la violencia de género, ocupa el puesto 22 en la lista. Cifra
insoportable e inmoral, relacionada con la vigencia de un patriarcado
que tiene una gran capacidad de adaptación y de normalización, sin
considerar que la violencia de género tiene ya carácter de «pandemia»,
teniendo en cuenta que el maltrato es la causa de cuatro de cada diez
asesinatos de mujeres en el mundo.
La alerta crece, cuando reconocemos que la violencia en la juventud
es un grave problema de salud pública, con fuertes raíces
socioculturales aprendidas, ya que el número de adolescentes maltratadas
se ha multiplicado por tres en los dos últimos años. Por ello, los
casos de acoso en la escuela o en Internet, contemplados con cierta
pasividad, son casi tan graves como el propio acoso. Reconocer que
existe esa agresión, y acabar con la excusa de que «son cosas de niños»,
es inaplazable.
Empieza por la alerta roja que significa que en España
hay diez millones de usuarios de Whatsapps, cuyo porcentaje muy
mayoritario corresponde a nuestros hijos y alumnos, aplicación que mal
usada está generando una dependencia emocional y social imparable,
fomentando la frustración cuando no se recibe una respuesta inmediata,
que funciona como mecanismo de control del maltratador temprano. La
vacuna se llama: detectar, prevenir y educar (DPE).
Kechu Aramburu del Río
Publicado en el Correo de Analucia el 14 de Noviembre del 2014