viernes, 2 de agosto de 2013

Volando voy, volando vengo.



Volvía de Rio de Janeiro, ante el acto más multitudinario de la historia de Brasil, pudo hacer historia,  y la hizo. Consolidó el cambio de talante con talento, cuido milimétricamente las formas y blindó férreamente los contenidos.
 
Prefirió la prensa a su público, y no matizo la doctrina secular, se expreso con las siguientes alocuciones:


Respecto a la reforma del banco Vaticano y sus escándalos, sobre supuesto blanqueo de dinero dijo “me fio de los que están trabajando...”


Respecto a los gays no los juzga, “si buscan al Señor y tienen buena voluntad”, pero les prohíbe casarse, y si son curas celebrar el sacramento del matrimonio.


Sobre la interrupción voluntaria del embarazo, mantiene la condena sin paliativo, remitiéndose a la posición  “intocable de la Iglesia”.


Sobre las mujeres,  habla de la esterilidad de la institución sin ellas, pero dice tajantemente que “está cerrada la puerta al sacerdocio femenino”.


Sobre los jóvenes les incitó a “no dejar que otros protagonicen el cambio”. Desconozco a que otros se refería, espero que no sea a los indignados de España, ni de ninguna primavera del planeta.


Repasando el catecismo, tengo dificultades en detectar modificación de la vigente ortodoxia, y sí el inquietante comportamiento de su santidad, al ver como en Latinoamérica, sin ir más lejos, se ha producido un vaciado en las diócesis de feligreses, en pro de las iglesias evangélicas, de cómo la desafección por la oficialidad de la religión que representa, fruto de predicar y dar trigo caducado, se ha convertido en residual, por no decir en sospechosa de no enterarse la mano derecha de lo que hace la izquierda.


Razón por la cual, el Pontífice  recurre a los lugares comunes de éxito, al apabullante negocio pasional del fútbol como pedagogía de su discurso, al imparable laicismo por demérito del adversario, a los pobres de solemnidad, al barrido de los cuervos ajenos, al dialogo no vinculante, al llanto por las pateras.


Epatados por el desprendimiento del boato, y por el nuevo “look”, los mortales somos sobre todo,  discípulos de santo Tomas, y nuestro termómetro es el dedo en la llaga, y por ahora sólo apreciamos el artístico y nada despreciable encalado de la fachada.

Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucia, el 2 de agosto de 2013