jueves, 6 de diciembre de 2012

El LLanto por la Pepa

 
El  llanto por la Pepa la imperfecta constitución de 1.812, y por su hija la constitución  de 1.978, no es un comportamiento plañidero, se refiere a la reconstrucción de la memoria histórica  para solventar  nuestro presente inmediato.
Doscientos años después de la primera constitución española, en medio de una crisis económica y política que se está llevando por delante el pan y la democracia.  A nuestros mandatarios no se les ocurre otra cosa que montar fastuosas conmemoraciones disfrutadas por las celebridades, y que  solo la recientísima Cumbre de dos días en Cádiz, nos ha costado más de 4,9 millones de euros, amén del casual patrocinio de algunas empresas como  SEAT, Volkswagen-Audi, Cepsa, Acciona,  FCC, Renfe, Iberia, El Corte Inglés, Banco Popular  y BBVA,  cuyas arcas privadas hemos vuelto  a engrosar significativamente. Este evento ha sido un magnífico retrato en blanco y negro de cómo gestionan nuestros gobernantes  las durísimas horas que está atravesando el país.

Y tres décadas después de la promulgación  de nuestra transicionada  y laboriosa Carta Magna vigente hoy, España  que en los  últimos 200 años ha reformado la Constitución solo dos veces, y la tercera que lo ha hecho, ha sido el fatídico verano del 2011  para modificar  el artículo 135.CE,  cuyo objetivo  troncal fue  mandar un mensaje  de sumisión a los mercados financieros.  Para lo cual ha consagrado de forma llamativa  la  prioridad absoluta del pago de la deuda pública  incluyendo capital e intereses, constitucionalizando y  dogmatizando  el principio de estabilidad presupuestaria y la limitación de la deuda junto con la transferencia de soberanía en materia de política económica y financiera,  todo a costa del crecimiento, del empleo, de las pensiones  y de los logros básicos de Estado del  bienestar,  tramado con alevosía y sin el valor del consenso, cuyo efecto integrador es preceptivo en las liturgias democráticas, lo contrario devalúa extraordinariamente nuestra Constitución.

Ante los peligros del acelerado desmontaje de la arquitectura constitucional, uno de los pocos diques de contención que nos queda, frente al devastador dominio de la usura de la agenda conservadora,  es tejer un potente entramado social que ponga límites al ejecutivo, al legislativo y al judicial, a fin  garantizar  una gobernanza para el pueblo y con el pueblo.



Kechu Aramburu.
Publicado en El Correo de Andalucía el 6 de diciembre de 2012.