sábado, 13 de septiembre de 2014

De la reputación a la autodestrucción

La antropología filosófica, basada en la perspectiva del ser humano como deficitario y expuesto a una serie de absolutismos, mantiene que ante la amenaza de una realidad, que continuamente frustra las demandas del deseo, el ser humano se ve obligado a autoafirmarse, empleando los recursos sin principios, donde el fuego puede convertirse en fuente de luz pero también de incendios.

Señala Pico della Mirandola en su Discurso sobre la Dignidad del Hombre, cimentado en el derecho inalienable a la discrepancia, el respeto por las diversidades y el derecho al crecimiento y bienestar del pueblo, que atentos porque las personas pueden hacer de sí mismas un dios o una bestia.

La política se puede convertir en un catalizador ambivalente, potenciando tanto la capacidad para el desastre, como el potencial emancipador del ser humano. Y puesto que el adversario está fuera, hay que abrir un diálogo acerca de la tránsito del paradigma de un pasado glorioso, con sus luces y sus sombras, a un paradigma de reinventarnos diariamente, sin estereotipos, aprendiendo a desaprender para cambiar juntos ¿En qué medida somos capaces de situarnos en el kilometro cero?

Lo demás es retórica, mala literatura, juego de tronos, ganarle tiempo al tiempo, y mientras
francotiradores navegando, overbooking de hackers y troles (amigos arpíos) lanzando códigos maliciosos, actuando como cables tendidos, tambaleando el andamiaje de la débil arquitectura de este nuevo puzle de piezas artesanales, donde es la gente quien construye, si es que los dejan, y participan sin más ADN que recuperar el pan, el trabajo y la libertad.

Paroleaba Georges Brassens en La mala reputación: “Que a la gente no gusta que, uno tenga su propia fe, tras de mí todos a ladrar, salvo los mudos, es de pensar”.


Y concluía Mario Benedetti “Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin herirme. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen. Imposible ganar sin saber perder. Imposible acertar sin saber errar. La gloria no consiste en no caer nunca, sino en levantarse todas las veces que sea necesario. Y eso es algo que muy poca gente tiene el privilegio de poder experimentar. Con gente como esa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida”.

Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucia,
el 12 de Septiembre del 2014.