lunes, 2 de junio de 2014

¿Son frikis los votantes?


Friki (del inglés freak, extravagante, estrafalario) es un término coloquial para señalar a una persona cuyo comportamiento es inusual. La Real Academia Española ha acabado, en 2012, por añadir la entrada «friki» al avance de la vigésima tercera edición de su diccionario, definiéndola con tres acepciones, una de ellas refiriéndose a toda “persona que practica obsesivamente algo”. La conceptualización parece lo siguiente a sesgada, algo así como si los académicos consideraran “inmaduros” a todos los que no comulgan con el mismo patrón. 
 

La cultura Friki, tiene una máxima que reza “la normalidad es una estafa”. Y la descalificación del infantilismo, ya se sabe que las personas de provecho consideran inmaduro a todo aquel del que no se pueden aprovechar.


Me refiero a las declaraciones del asesor de cabecera de Mariano Rajoy, sobre la irrupción de un nuevo fenómeno: “Todos los frikis acaban planeando sobre Madrid”, o el Presidente de Metroscopia, poniendo en cuarentena el voto de un millón doscientos mil españoles, o los Florianos o Jarrones, preocupados por la deriva bolivariana del país.


 El tema no es la virtualidad de una opción política, sino que se tenga que usar la descalificación o la criminalización, cuando se acaban los argumentos. El interés social, estriba en que se ha señalado que, demasiada ciudanía se ha quedado en casa porque ha dejado de creer en las instituciones, o se ha dicho ¡Basta! a una determinada forma de hacer política, y sobre todo ha obligado a todos a repensar, a salir del inmovilismo, a hacer transparente y participativa la acción política, a no tener miedo al gigante.

Por eso, comparto algunas pinceladas anexas sobre nuestra literatura, cuando se alude al frikismo indudable de Cervantes, o de El Quijote, significando que las grandes novelas francesas e inglesas del XVII y el XVIII, que no hacían más que emular a El Quijote, son grandes novelas frikis. El siglo XIX español, francamente, no es muy friki, aunque ahí están Larra y, a ratos, Espronceda. A finales del XIX, nos encontramos con Unamuno, que era un inmenso friki, así como Baroja y Azorín. Borges es el mayor friki del siglo XX, un friki solo comparable a Kafka.
 
Por lo tanto sería aconsejable ladrar menos, aprender más y rectificar mucho más.

Kechu Aramburu del Río
Publicado en el Correo de Andalucia,
el lunes 2 de Junio de 2014