jueves, 27 de febrero de 2014

El 28-F no es festivo

La autonomía plena de Andalucía, está conquistada en las urnas y en la calle, con los votos y con la movilización, pero lo cierto es que no hemos llegado a la tierra prometida, y no solo porque estemos a diario dedicados a desactivar el campo andaluz de minas, que también, sino porque el esfuerzo titánico de mantener contra viento y marea una conquista, y además mejorarla, significa tener detrás las urnas y la sociedad, la vertebrada y la invertebrada.
 
Y hoy el ejército está en unos casos indignado, en otros desmoralizado, y en otros muchos, disponibles y a la espera para intervenir desde abajo, en la reformulación de un proyecto de amplía mayoría social sin excluyentes ni excluidos, donde les vaya mejor a quienes lo pasan peor. 
 
No se trata de enarbolar ni de enfundarse en banderas; no se trata ni de victimismos ni de siglas. Se trata de articular territorialmente y socialmente Andalucía, y no solo para resistir, sino para avanzar y para alcanzar mayores cotas de bienestar, porque la derecha centralista, la misma que se opuso en los años ochenta a que accediéramos al autogobierno de nuestra tierra, por la vía del artículo 151 de la Constitución con la misma plantilla que las comunidades históricas de Cataluña y Euskadi, hoy quiere acabar su transición y su reconquista tomando el indomable Sur.

 Y eso se puede hacer de dos maneras, por la puerta falsa que es manoseando los no pocos errores cometidos por quienes están en el poder, o por la principal que es por demérito de quienes gobiernan, de quienes dejan los espacios sin cubrir, de quienes se olvidan de sectores, que terminan convirtiéndose en caldo de cultivo de las posiciones más ultras.
 

Es legítimo, pero sobre todo es insostenible para Andalucía que los defensores del centralismo hegemonicen por arriba o por abajo esta tierra, y lo es porque hoy están culpabilizando a las autonomías del déficit del Gobierno central, que casualmente triplica al de las comunidades, y porque el estrangulamiento financiero, al que nos someten mediante el arbitrario e interesado reparto es letal para los andaluces. La voladura del Estado del Bienestar social, que ha decretado Madrid como excusa, está concluyendo con salvajes cotas de desigualdad. Por eso, y para evitar eso, cúmplase el Estatuto andaluz.


Kechu Aramburu del Río.
Publicado el  de Febrero del 2014 en elCorreo de Andalucia