jueves, 19 de septiembre de 2013

Condenados por viejos

Hace pocos días, en un curso de formación del profesorado, realizábamos una dinámica para preparar la acogida del alumnado, y se formulaban cinco preguntas, una de ellas consistía en preguntar a tu compañera ¿qué quería ser de mayor? La docente que me tocó, respondió sin dudarlo, “yo quiero ser una pensionista feliz”, el resto de la sala cambió su respuesta, había prendido la llama, y tan concienzudo deseo fue plagiado sin rubor. 
 
Reconozco que me impactó que no dijera que quería ser escritora afamada u otra profesión idílica, ya en privado hurgué y los motivos fueron tan contundentes, que la situé para el tiempo venidero como portavoz de los súbditos de la ministra choquera Fátima Báñez. 
 
Esta reforma de las pensiones dice, descaradamente, que nos van a expropiar entre treinta y tres y ciento diez mil millones, llegando a 175 euros menos mensualmente, bajando un 28% nuestro poder adquisitivo. Nos serán robados del montante que hemos ido produciendo y ahorrando durante toda nuestra vida para cuando seamos más mayores. Paga que aparte de garantizarnos una vejez medio digna, hoy ya tiene un segundo e insustituible uso, poder mantener a hijos y nietos que están en paro o riesgo de estarlo. Actualmente los pensionistas son el sustento principal del 26,8% de los hogares españoles, 4 de cada 10 sobreviven gracias a estas prestaciones, y el gasto de los mayores de 65 años aumentó un 32,9%, lo que indica que el actual sistema de pensiones es un instrumento —ahora más que nunca— de carácter no sólo asegurador, sino sobre todo redistributivo, que en manos de las familias duplica sus efectos. 
 
El sendero de esta derecha neofranquista, según formato de la amenaza, significa condenar despiadadamente al jubilado a reducir drásticamente su consumo, cuando se supone que durante el envejecimiento además empeora severamente la salud, y requiere infinitamente más cuidados, que tendría que pagar del expoliado bolsillo.
 
La sostenibilidad de nuestro modelo, no es un conflicto económico, es una decisión rabiosamente ideológica, que adereza el miedo que nos inyectan para justificar la España desigual que están amasando, y que se está desangrando.

 Por eso cuidemosnos, porque hay algo más canalla que envejecer, y es envejecer culpabilizados por haber vivido demasiado.

Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucia,
  el 19 de Septiembre del 2013