sábado, 13 de abril de 2013

La educación, como factor de recuperación social


Decía Gabriel Celaya que “la poesía es un arma cargada de futuro”, y en los albores del siglo XXI, cuando esta sociedad ha tocado fondo, y necesita además de lo básico, saber las preguntas y las respuestas, el conocimiento como aprendizaje social se convierte en un arma cargada de liberación.

La docencia es posiblemente la profesión más arriesgada en esta civilización, trabaja con material humano en estado puro o en posición de desaprender. El alumnado es influenciable, cincelable e indefenso, hambriento de conocer los centros de interés marcados por su entorno, su familia y su escuela o universidad.

Tal como nos recordaba Paulo Freire en la Pedagogía del oprimido, “no se trata de una inmersión en la cultura letrada”, que se aprende memorísticamente en los libros, que también, exclusivamente tecnologizada o adaptada al mercado, estamos dando una vuelta más a la tuerca, que consiste en dar herramientas sin oxidar, para poder ser capaces de desenvolverse en un mundo de altísima complejidad, con un gran desinterés por la formación interdisciplinar, cuyos receptores terminan siendo exportados, y con una desinformación codificadora del pensamiento único. 

Constatada la teoría de VigostsKy, de que el ser humano ya trae consigo un código genético, pero que se desarrolla en función de su aprendizaje, cuando interactúa con su medio sociocultural, nos emplaza a involucrarnos para desarrollar una labor docente de facilitadores de dicho proceso.

Por eso, aunque sería un error construir estrategias en base a alarmas sociales, igualmente irresponsables serían las personas si se acomodan a la tolerancia cero frente a la ignorancia, como parte de un pensamiento débil, por eso la quiebra del sistema educativo puede venir de sus demoras para incorporarse a los cambios, agudizándose con las ofensivas, que rayan el escrache, por señalarnos como “adoctrinadores” a quienes tratamos de hacer ciudadanía libre y critica en nuestras aulas.

Pero siguiendo la línea Kantiana, compartiré que la razón educativa debe comprender sus límites y sus posibilidades, no somos los enseñantes salvadores de nadie, pero sí podemos acompañar a los actores de esta sociedad en el recorrido del fracaso o el éxito, porque nadie aprende a andar sin antes haber gateado.
Kechu Aramburu.
El Correo de Andalucía, 4 abril 2013