sábado, 13 de abril de 2013

Sampedro, el oráculo.



La orfandad y el desamparo al que nos somete la marcha del centenario Sampedro,  tiene efectos devastadores sobre la conciencia de este país.

No es que se pierda lo mejor de una época convulsa y sin referentes, el drama  es que el icono de la ética económica y social deja pocos discípulos, que puedan continuar actuando sin miedo al miedo, como evidencias publicas de la verdad científica sobre la estafa financiera que gestiona esta España, y que pivota sobre el desorden político de un gobierno “touché”, y la mirada atónita de un pueblo agonizante que no da crédito a lo que ve, pero que no acaba de indignarse suficientemente, a la manera y forma que nos incitaba el maestro.

Era sobre todo un equilibrista perfecto, se movía intrépidamente en la línea roja, con  imperceptibles baterías dialécticas, que le permitían hacer de la palabra todo un arsenal mortífero contra el engaño, la corrupción y el sometimiento de los débiles.

Pero con su elementalismo, conseguía activarnos la esperanza, en un histórico permanente de la memoria “todo lo que nace muere, todos los imperios entraron en decadencia, todos los sistemas se agotan o se destruyen”.

 Y efectivamente incluso el capitalismo se está desmoronando, pero dejando demasiadas injusticias letales, recordándonos obscenamente que la muerte es el precio de la vida,  a esto le llamaba entropía, convencido que el mundo occidental estaba sufriendo una vertiginosa metamorfosis.

Sus lecciones estaban cargadas de antídotos, con su acérrimo culto a la discrepancia y a  la disidencia, aprendimos a no creer en lo absoluto, a romper con los dogmas,  tuvieran el color que tuvieran, por eso nunca anaranjó el rojo, ni enmudeció su oposición a los poderosos, siempre se negó a reproducir la ideología dominante, no tuvo precio.

En una de sus últimas clases explicó, como la libertad vuela como las cometas, y decía vuelan porque están atadas, y la cuerda que las sujeta se llama igualdad.

Me he quedado sin oráculo, nos hemos quedado sin oráculo, beberemos de tu manantial, te prometo que aprenderemos a aprender a decir definitivamente “no”. Hasta siempre maestro.

Kechu Aramburu.
El Correo de Andalucía, 11 abril 2013