jueves, 22 de noviembre de 2012

El silencio mata




Esa única fecha, que forma parte de una agenda institucional y social, que debería servir  para dejar  exclusivamente de conmemorar, de multiplicar  talleres, seminarios y eventos y buscar fórmulas de mayor utilidad para quienes tienen todas las papeletas de ser víctimas  de malos tratos, los cuales además reflejan la máxima  degradación de una sociedad, porque parte de sus miembros resuelven sus relaciones  “violentamente”.



Según datos oficiales emitidos por el Gobierno, en España hay 600.000 maltratadores, 2.150.000 mujeres confiesan haber sido maltratadas, y en el primer trimestre del 2012 se registraron 30.895 denuncias, 340 al día según el CGPJ, amén de las 43 mujeres  asesinadas en lo que va de año. ¡Malditas y tozudas cifras!




Por eso hay que señalar como el modelo educativo de este país está deslegitimado por su fracasado aprendizaje social,  basado en el que ama, controla y maltrata hasta provocar a menudo la muerte. Una cultura de la violencia diseñada con un perverso sentido de la propiedad masculina.



Los malos tratos contra mujeres se producen cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales que toleran las agresiones. Aceptadas por una sociedad que ignora, silencia, invisibiliza y a veces, las familias, los vecinos, minimizan esta violencia y tienen comportamientos meramente compasivos.


 Los autores materiales son parejas, ex parejas, parientes, novios y esposos, todos tienen en común considerar a las mujeres  usables, prescindibles, maltratables y desechables. La cultura consolida esta violencia como inevitable y hay un reforzamiento permanente de imágenes, enfoques y mensajes, que legitiman la violencia estructural. La descarada y terrible omisión en los PGE del próximo año, que recorta un 24,1% las políticas de igualdad, y un 6,8% las destinadas a violencia de género, demuestra el deshonesto modus operandis gubernamental.  Estamos  ante una “violencia ilegal pero legítima”.


La violencia contra la mujer no es fenómeno  privado, es erradicable si cambian las condiciones de vida, si cambian las relaciones entre los géneros, si cambian las relaciones del Estado con las mujeres y, desde luego, en un sentido democrático del género.

Y puesto que la violencia es el último recurso del incompetente, y abundan.  Abracemos la igualdad, no sólo como un derecho sino como un antídoto contra la violencia de género.


Kechu Aramburu 
Publicado en el "Correo de Andalucia" el 22 de noviembre del 2012