Cataluña no es más, ni mucho menos,
Cataluña no es Arthur Mas, al igual que
España no es Rajoy. Y el obsceno duelo
entre los dos presidentes, y las respectivas huestes, evidencia como las
banderas del españolismo centralista y del independentismo catalanista,
ensambladas de inmovilismos, son puro
celofán para envolver y ocultar la
crisis económica, sus efectos y el fracaso de ambas políticas.
Y
es literalmente la burguesía catalana, y
el casi medio millar de familias que dominan la economía de dicha comunidad, los que serían posibles beneficiarios de un
Estado propio, casualmente los mismos que
están desmontando el estado del
bienestar social en su tierra, aliados naturales en el pasado y en el presente
en el Congreso de los diputados, sin CIU el PP no hubiera podido cabalgar
holgadamente ni ejecutiva ni legislativamente, han sido sus inseparables muletas
en el trayecto de los grandes designios de este país.
Pero
no es irreverente reconocer, que la arquitectura autonómica heredada de
la transición es un modelo agotado, y es necesario partir del viejo principio de solidaridad “el que más
tiene es el que más debe aportar”, siendo el encaje federalista
plurinacional el que permite
reequilibrar, reajustando cooperativamente el modelo de financiación.
La vía muerta, en la que está sumido el marco territorial,
especialmente en Cataluña, desde el golpe político de la sentencia del Tribunal
Constitucional contra “El Estatut”, tiene como consecuencia, entre otras, haber
disparado la cifra de independentistas. Ese escenario necesita de pincel fino para diseñar futuros, y eso en democracia se llama
consultar al pueblo.
Si hemos reformado, indecentemente, la
Constitución, para anteponer pagar las deudas y los intereses de la banca, antes que las necesidades básicas de la
ciudadanía, cómo ahora nos vamos a negar a reformar la Constitución para darle
la palabra a quienes padecen doblemente los recortes, los de Rajoy y los de
Mas.
No hay que tener miedo a que los de
abajo, hablen, voten y decidan, solo hace falta un requisito, decir la verdad y
solo la verdad, porque la gran compañera de viaje de la manipulación es la
ignorancia, por eso y para eso hablemos
alto y claro, un pueblo informado, es un pueblo culto, y ese es el mejor antídoto
para no equivocarse.
Kechu Aramburu.
Publicado en El Correo de Andalucía
Uno de noviembre de dos mil doce.