Es la historia de dos mujeres, a las que trataré de acercarme silenciosamente, como a ellas les gusta.
Érase una vez una mujer llamada Concha, demasiado perfecta, quizás de diseño. Siempre he pensado que sobrevive incólume, porque es implacable con la contaminación emocional y amorosa, es como una discreta dama acorazada e invencible, es compañera de sus compañeras, amiga de sus amigas, familia de su familia. Concha es impecable, sabe estar, y esperar, exigir y ceder, respetar y querer, dar y recibir. Para conquistar la levedad de la perfección sólo le faltaba una cosa, tocar, conocer, sentir y vivir lo humano, y entonces llegó Teresa.
Mi Teresa, mi amiga del alma, ella representa la ternura, la generosidad, la bondad, el amor, la amistad, la supervivencia, la lucha infatigable. En Teresa no cabe la duda, ni la sospecha, es transparente y leal, es una garantía de que compartirá la gloria y el fracaso, la fortuna y la desventura., la tormenta y la calma. Teresa siempre está, se estremece y vibra, es tan de carne y hueso, tan intuitiva, es tan entrañable, que inevitablemente resulta irresistible.

Amiga Concha, mi querida Teresa, que seáis eternamente felices.
Hasta siempre, vuestra madrina. Kechu Aramburu.