jueves, 24 de abril de 2008

EL COMUNISMO NO ES UNA MARCA

KECHU ARAMBURU


Demasiados años para dejar de serlo, demasiadas razones para seguir siéndolo. Ser comunista no es una marca que adquieres, por ser pobre, explotada, marginada, víctima de la injusticia o estudiante rebelde, ser comunista es mucho más que la identificación con una marca; es un aprendizaje de solidaridad, de lucha por la igualdad, es un proyecto de vida, es otra forma de hacer política, es mantenerte en una posición crítica con el sistema y sus aliados. Ser comunista es porque no decirlo, una renuncia a pompas y boatos, es una forma austera de vivir la vida, y una forma ética de practicarla, es evitar la tentación de convertirte en técnico del poder, es dejar de tener una visión conspirativa de la compra de la almeja. Ser comunista es priorizar lo colectivo sobre lo particular, es ser honesta contigo misma y con los demás, es ser coherente, hacer lo que se dice y decir lo que se hace, es situarse en las antípodas, de donde parte de la mayoría nueva o vieja se encuentra hoy.

Que más quisiera yo que ser complaciente con quien manda, y no tener problemas, ni adversarios, ni desaceleraciones en la carrera política, que más quisiera yo que ser un brazo de madera, y hoy sería una flamante cargo público, que más quisiera yo que me gustasen los coches oficiales, que más quisiera yo que tener precio, o tener ese tipo de tentaciones, para doblegarme y militar sin conflictivizar mi estatus, pero no puedo.

Yo igual que gran parte de la ciudadanía, desestimamos e inhabilitamos a quien se vende por un puñado de dólares, y desgraciadamente esta especie no está en extinción sino que prolifera y se reproduce como hongos. Por eso la gente de bien, los comunistas que no necesitamos autos de fe, ni banderas ni pink de Stalin, tenemos por delante una cruzada titánica que emprender, demostrando que comunista es el y la que vive de su salario, quien no mercadea con la política, quien no se beneficia de los privilegios del poder personal, quien no da casta a dioses, reyes ni tribunos. Ser comunista es considerar que quienes trafican con las y los militantes para sus propios intereses personales cometen un delito político, es un ataque contra cualquiera de las revoluciones pendientes.

El voto prestado, el voto propio, el voto de los abstencionistas, y si lo hiciéramos mejor, quien sabe, si Izquierda Unida también tendría prestamos, todo ello sumaría voluntades oceánicas de cambiar, además de talante, contenidos en profundidad, de esta desfondada sociedad.

A nadie se le escapa que el inevitable regreso de las tropas, fue algo más que epidérmico, ha cambiado a amplios sectores, y permite un margen de renta holgado, hasta que se escarba un poco, y nos encontramos con el rostro en otras mega-materias: cantos de sirena como privatización de RTVE, de Renfe, ilegalización de la nueva HZ, no recurso “propio” de algunas de las reformas maltrechas de las OCM, ambigüedad con Izar, inmovilismo con Altadis, silencio sepulcral con las Bases militares, no rescate de los peajes como Sevilla-Jerez, aumento de los contingentes para Afganistán, o el remate: un curso escolar esperpéntico para la comunidad educativa, por las ordenes y contraordenes ministeriales, que ponen en riesgo el sistema educativo y sus resultados, y todo ello sin hablar de Vogue y sus secuelas.

Todo esto, aperitivo de los primeros meses del nuevo Gobierno, puede convertirse en un menú que sacie las expectativas del centro, y haga que la izquierda insatisfecha vuelva a sus acariciados orígenes y principios, y no se obstine con el final de las ideologías, porque mientras haya: guerras, hambre, continúe la mano depredadora del hombre destruyendo el medio ambiente, se intensifiquen las injusticias, los desequilibrios, los abusos de poder; mientras existan olvidados Sahara, olvidadas exclusiones sociales en las periferias de nuestras despampanantes ciudades vestidas de rosa y púrpura, mientras nuestras mujeres mueran desesperada y continuamente a manos de sus ex-parejas a pesar de medidas y leyes, mientras exista la tele-basura que embrutece al hombre y a la mujer, circulen drogas que matan, y los privilegios se agrandan tanto como la miseria, será necesaria una Izquierda alternativa, soberana, democrática, transparente, participativa, coherente, útil y solvente que no emule como otros, la bíblica cita del gatopardo “que algo cambie, para que todo permanezca”.

Decir que se es feminista, intelectual, radical amante de la ética, y que se va ligera de equipaje, puede parecer petulancia o una foto sepia, pero lo que trato de transmitir es que, me rebelo ante el “sí boana”, y no me someteré al silencio de los corderos, a pesar de que otros estén bailando con lobos, por si hubiera la posibilidad de rehabilitar el edificio, la misma cuadrilla que lo construyó, más todas las manos disponibles, nuevas o menos nuevas, jóvenes y menos jóvenes, hombres y mujeres que no hayan vendido su alma al diablo, y quieran abrir todas las murallas, para hacer un mundo nuevo donde quepamos todas y todos; y que nadie se adultere, porque desde la estética de la ética es posible caminar juntos para otro planeta y otra Andalucía posibles.

Por eso es tiempo de que nos reagrupemos las y los comunistas de mayorías y minorías, comunistas, y todas las personas que aspiran a cambiar el planeta y a sanear los instrumentos para hacer otro mundo habitable y sostenible.

En estas líneas no hay biografía, hay una contemplación inquieta del holocausto político, que me incita a no arrodillarme, y sí, hacer un llamamiento para la REFORMULACIÓN del PCE, para hacer de él, de nuevo, un motor del cambio.




Kechu Aramburu Del Río.
Ex-Miembro de la Ejecutiva Federal del PCE.*



* Este articulo fue publicado el 30 de agosto de 2004, y se vuelve a publicar hoy dada su rabiosa vigencia. Kechu Aramburu perteneció a todos los órganos de dirección del PCE y PCA desde los años ochenta hasta principios de siglo, más de veinticinco años, y no se presentó a la reelección a ninguno de los órganos de dirección del PCE en el último Congreso, llevando a la práctica su convicción de la necesidad de una profunda renovación del partido, que vuelve a revelarse hoy día como más necesaria que nunca.