viernes, 19 de febrero de 2016

No mentirás

No puedo ni debo mentir, el código deontológico no me lo permite, y mi ética profesional es implacable con esta conducta, además está el octavo mandamiento del catecismo, para quien sea usuario, que recuerda: No darás testimonio falso (Ex 20, 16).

Y digo esto como docente, porque mi alumnado aunque no ve telediarios, sí son usuarios de redes sociales y receptores de las mil bombas mediáticas, y ante la ingenua pregunta de qué han hecho esos malvados titiriteros, tengo varias opciones: interpretar la realidad, amabilizarla, o explicar el cavernícola atentado a la libertad, en versión autorizada para todos los públicos.

Como profesora consideré más riguroso oír voces cualificadas, referentes diversos y encontré extrema disparidad desde el juez, el magistrado y el fiscal, hasta una alcaldesa y la otra, desde Bescansa o Sánchez, hasta Garzón e Iglesias, o Rivera junto al ministro del Interior, con Inda y compañía.
Refresqué los tiempos en los que a un hombre se le ocurrió hacer una máscara, cubrirse con ella el rostro, nació el primer actor y con él el teatro. Aquel hombre que jugaba a ser otro, había dado con la esencia del arte teatral. De la misma manera, cuando la persona tuvo necesidad de crear un ídolo, para dar un cuerpo sensible a esa majestad y tuvo movimiento, nació el títere.

En España, el guiñol fue introducido en las iglesias, donde estrenaban obras basadas en la Biblia, luego salieron a las plazas con comedias de carácter religioso, hasta que fueron expulsados por representar obras satíricas; más tarde reaparecieron con gran fortuna exhibiéndose en teatros. Este país ha sido cuna de Federico García Lorca, el gran titiritero, que afirmaba que lo sublime de los muñecos radicaba en su capacidad para expresar la fantasía del pueblo y, más tarde, en el 36... lo fusilaron.

En esto, que llegó el gobierno en funciones a garrotazos, con las leyes y sub-leyes Mordazas y la ultra-modalidad de penalizar la ficción, inoculando el virus del miedo, violentando derechos y pisoteando lo mejor de la propia Constitución. ¡Cómo, así no! He decidido usar la incómoda y contrastada.
 
Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucia el 13 de febrero de 2016