domingo, 3 de noviembre de 2013

¿Es educativo el castigo?

Decía Rousseau: “dejad madurar la infancia en el niño”. Y en los años posteriores, pasó a exigirse un respeto para la adolescencia y asociárseles con la bondad natural. Por eso había que protegerlos, porque en ella estaba el fundamento de la ética del adulto, como camino de la regeneración moral de la propia sociedad. Los niños eran el futuro.

En la actualidad les hemos perdido la confianza; sobre todo si se trata de aquellos que presentan conductas fuera de lo que socialmente se considera normal y aceptable. Altamente disruptivos, irrecuperables, o insoportablemente traviesos, adjetivos con los que les hacemos frente, y creemos que con su actitud, consiguen poner en juego el orden y tranquilidad de las familias o de las aulas. Y por esto, ante aislábamos a los niños para blindarlos de los daños de la sociedad; ahora lo hacemos para protegernos nosotros y a la sociedad de estos niños.

Herbert, definió el castigo como el intento de aniquilación de un comportamiento que no se considera permisible, mediante una relación de poder basada en el uso de la amenaza o el miedo.

  El castigo genera patologías de ansiedad, que desorganiza la conducta, lo cual hace más difíciles los aprendizajes, lo cual genera castigos, lo cual eleva la ansiedad, y menos controles del pensamiento sobre la conducta, terminando el ciclo provocando mayor hiperactividad. De ahí que el castigo sea una de las causas del fracaso escolar, ya que genera un círculo vicioso de castigo por falta de aprendizaje y falta de aprendizaje por castigo.

El castigo también produce sentimientos de la serie de la hostilidad: bronca, rabia, ira, furia. El hijo o alumno castigado se siente no aceptado, rechazado, humillado, incomprendido, poca cosa (baja autoestima), inseguro e indefenso. Y el castigador parece no tener conciencia de la devastación emocional que ha provocado. Por eso enseñar puede enriquecer, pero también tullir.


Decía Michel De Montaigne: “que lo que no se puede conseguir mediante la razón y la habilidad, jamás se conseguirá por el castigo”.

Pero, no te rindas, no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento, aún hay vida en tus sueños. Porque, cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento (M. Benedetti).

Kechu Aramburu.
Publicado en el Correo de Andalucia el 1 de noviembre