sábado, 12 de octubre de 2013

Por la puerta falsa



Cuando la impunidad sólo conoce los confines de las deudas, da igual si son de dinero, de faldas o de chaqueta.


Cuando hay personajes convertidos en mercancías, a sueldo en el sentido más sicario de la palabra, que cabalgan sin bozal por el territorio. Cuando manejan los hilos desde una institución paralela, cuando son el brazo ejecutor de los designios de una comunidad, de un partido, de uno o dos sindicatos, qué más les da.


Cuando te escrachea, y te pone bajo sospecha en la ruleta que ella ha montado, porque se lo debe, y por una esperpéntica embriaguez de malsano poder.

Cuando tiene tantos padrinos que no le importa la foto, de alargar hasta la eternidad “la cosa” antes del depende, y de prescribir  la “contra cosa” de los amigos de los amigos, por lo efímero de su temporalidad.


Cuando practica como deporte de élite hacer coincidir, en el calendario las efemérides y onomásticas de sus dianas, con la guadaña de sus folios.


Cuando por el mismo pecado de su catecismo a unos los pone en remojo y, a otros manda revolverles sus enseres, a modo y manera de los uniformes preconstitucionales, e incluso incomunica, desabastece de luz y aire a algún mortal, que ella considera que puede ser altamente peligroso para la “sociedad” que le dicta.


Cuando se es adicta a la letra pequeña, y a la forzada interpretación de los tomos, de verso suelto y desahogado, para con los de la otra acera, y débil con las espuelas para los hermanos de la otra.

Cuando pone en jaque y, utiliza los dardos sin atender a más cantos de sirena que los predeterminados por su albedrio, no siempre coincidente con la verdad de Agamenón.


Cuando cada día se disfraza de fatal, arrastrando ese carrito lleno de pendrives, se sube a esa carroza invisible, tirada por esos caballos negros, y los flashes la envuelven “con el tono decadente de Hollywood” sabedora que todos comentaran el look color blanco roto de mañana, y el opaco de tarde, y nadie será ajeno a la displicencia de su rostro, semi tapado por los claros oscuros de quien a pulso forma ya parte de la historia contada por los servicios prestados, y devueltos. 


 Y además, caiga quien caiga y la devolución íntegra de lo sustraído, lo demás fuegos de artificios y, golpes de guante blanco para hacer cumplir la profecía de Bertolt Brecht.

 Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucia el 11 de octubre del 2013