lunes, 24 de junio de 2013

El Fisco y los aprendices españoles.



El Príncipe de Maquiavelo, manual de cualquier Gobierno de un Estado moderno sobre el arte de conservar el Poder, biblia de todo político que aspire a sobrevivir a cualquier precio, dudo que haya sido, que sea, el faro  de los registradores, notarios, hacedores de la Hacienda tocados para el caso Nóos y adláteres, “Montoristas” y sucursalitas ministeriales.


Doña Cristina, Don Undargarin y cortesanos de la villa, para su desgracia, al igual que para sus seguidores, están en manos de cutres tardo aficionados, que para salvar lo que ellos consideran la patria, están siendo capaces de hundir la credibilidad de un país,  y de sus oxidadas instituciones.


Nosotros, ingenuos ciudadanos, convencidos de que la orwelliana Hacienda  española es el Gran Hermano de nuestras vidas, que nos hace tambalear por un par de euros, resulta que tiene una lista de Vips, que no sabemos cuán ingente es. Pero sí que hay nombres de la Corona, como la Infanta, a quien no se le solicitan las declaraciones de la renta en sucesivas ocasiones, a pesar  de adjudicársele supuestas ventas de 13 fincas que exceden la módica cantidad de un millón de euros.


Es curioso, sospechoso, o simplemente estamos en manos de una pandilla de incompetentes que sólo se equivocan con los grandes de España, pero jamás hierran con  los pequeños, con la pequeñísima gente de este país.


Se sabe que el sistema de control de la Agencia Tributaria se basa en detectar discrepancias, sobre todo las de mayor importe, y que hasta un 80% de los inspectores y subinspectores de Hacienda están dedicados  a poner el ojo y el dedo en esta calderilla. Aquí lo único que se ha producido es un colapso de todos los sentidos, y en todos los sentidos, que neutraliza los principios de transparencia y se envuelve, una vez más, de opacidad la sagrada hucha donde volcamos nuestras monedas.


La sonoridad del silencio de “Ella” y de los suyos no sorprende, simplemente molesta, que la acusen, que la pongan bajo sospecha y que la respuesta sea “el desprecio y la seguridad”, porque  saben que no tienen nada que temer, porque Hacienda es para los pobres y los empobrecidos, y la Justicia para los iguales. Alguien dice que cuando un error se comete muchas veces, deja de ser un error, y se convierte en una opción. 

Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucia,
el 20 de junio del 2013