Carta a los cuatro reyes
Permítame Majestad decirle que las palabras, que pronuncia un Rey en
tan solemne ocasión, no deberían ser sólo movilizadoras del órgano
humano más sensible y manipulable que es el corazón, sus recursos
eminentemente morales, emocionales, afectivos, sentimentales, de
alegorías a los desafectos familiares o amistosos nacionales, de
ilusiones y de vigor son, al menos en el código universal, insuficientes
en una democracia no consolidada, y sin la estabilidad política
necesaria, para dedicarse a resolver el drama de los casi seis millones
de españoles en paro, en lugar de estar permanentemente enredados en la
corrupción de gran parte de nuestros gobernantes, y de algunos agentes
privados… ¡Ah, se le olvidó mencionar a estos últimos!
La clave, estimado Rey, no es el coraje, ni el ilusionismo de
chistera, ni el voluntarismo infantilista, ni la anciana recuperación
del gran orgullo nacional, ni la compasión aunque sea solidaria por
quienes sufren.
Usted sabe que aderezar exclusivamente los retos con avances en la
convivencia política, adaptándola al mundo de hoy, quitarle óxido al
funcionamiento institucional, y dos ingredientes más, son necesarios
pero no constituyen ninguna receta de calidad y garantía para acabar con
la pobreza, con la corrupción como cultura política, con las
desigualdades sociales y territoriales y con el derecho a vivir sin
mordaza.
Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucia,
el 26 de diciembre del 2014