En el siglo XIX, el personaje cervantino se convierte en un símbolo de la ética, del esfuerzo solidario y de la ilusión. Representa la figura que abre caminos nuevos, y ya en el XX aparecieron lecturas disparatadas, y algunos creadores formularon su propio acercamiento, desde Kafka hasta Borges. El autor aportó la fórmula del realismo, tal como había sido ensayada en la literatura castellana desde la Edad Media, caracterizada por la parodia y la burla de lo fantástico, la crítica social, la insistencia en los valores y el materialismo descriptivo.
El personaje transforma los hechos y al mismo tiempo es transformado por ellos. Evolucionan con la acción y no son los mismos al empezar que al acabar. Resalta el tema de la utopía en fragmentos como el gobierno de Sancho en la ínsula Barataria, o el ideal de justicia, como en las aventuras de Andresillo.
El régimen, entonces, también estaba en peligro, y se defendía con procedimientos inconfesables. Don Quijote es el personaje visible que sale al escenario a protestar contra todas las injusticias. Es la culminación de una lucha secular entre la libertad y el miedo, la opulencia y la pobreza. Y… cualquier parecido con nuestra realidad, es pura ficción.
Kechu Aramburu
Publicado en el Correo de Andalucia,
el viernres 2 de Enero del 2015