Espero que ningún ministro, y menos el presidente, tenga la osadía
de desear felices fiestas navideñas a ningún habitante del territorio
español, y menos a quienes van a vivir unas fechas, con demasiadas
carencias básicas.
Y para colmo además este gobierno aprovecha el
calendario, tal como aprendieron en la escuela del generalísimo, para
abordar leyes, reformas, y tramitaciones de esas que necesitan
vacaciones del pueblo para decretarlas.
Me estoy refiriendo a la alcanforiana ley del aborto de Gallardón y
Cía. El autor material se despacha con cuatro afirmaciones, tan tóxicas y
venenosas como las siguientes: “se están vulnerando los derechos del no
nacido”, “lo llevo en el programa electoral”, “mis principios son los
que me llevan a defender el derecho a la vida”, “las mujeres no son
culpables sino victimas”.
En este contexto, ante tanta infamia y desahogo del flamante
ministro, es necesario hacer un esfuerzo de contención y administrar la
rabia, la ira, la indignación y la desesperanza, porque son malos
tiempos para el cuerpo a cuerpo. O sea que de forma ordenada y serena,
le diré que coincido con su señoría en que las mujeres sí son víctimas,
sus víctimas. Jóvenes y más mayores que no han sido agraciadas con la
cuna de quienes podéis alimentar cuantas bocas se abran en vuestras
casas, y por el contrario la mayoría, que necesitan por responsabilidad
con los nacidos, no tener hijos a los que no puedan alimentar, personas
que no han tenido educación sexual, porque no es una asignatura que
tengáis en nuestras escuelas.
Son tan miserables las dos potentes deudas, con el ala
ultraconservadora de su electorado y con el sector destituido de la
iglesia de Rouco Varela, que le llevan ahora a dinamitar la ley de
plazos, que tiene el respaldo del 75% de la población y del 100 por cien
de quienes hacen uso de ella. Norma en la que habíamos conseguido las
mujeres ser dueñas de nuestras decisiones, de nuestras vidas y de
nuestro futuro, sin que los psiquiatras, o tutores en forma de hombres,
tuvieran nuestros destinos en sus manos, condenándonos a la tutela
masculina en pleno siglo XXI.
No tenemos el vicio de abortar, pero si el
derecho a decidir cuándo y cómo queremos ser madres, tan elemental como
que nosotras parimos, y nosotras decidimos.
Kechu Aramburu del Rio
Publicado en el Correo de Andalucia,
el 21 de diciembre del 2013