Lección
casi magistral la que acaban de dar los compatriotas de Fellini, Visconti,
Pasolini, Bertolucci, de como el comportamiento electoral de los avasallados
también está sometido a la ley de Murphy.
El pueblo italiano, con extraordinaria sonoridad, ha emitido en su enrevesada noche mensajes cortos del siguiente tenor. Un no rotundo al devastador tratado de la Troika, devolviéndole literalmente a Merkel a su tecnócrata Monti, símbolo del despotismo del euro, y que ha sido sencillamente abatido en las urnas.
La Italia templada, que pretende transitar por el cambio, ha depositado en la figura de Luigi Bersani la confianza mayoritaria en una aproximación hacia la izquierda leve, plural, y social, apuntando definitivamente por el final del pensamiento único, y oteando como construir una sociedad democrática, que han fracturado desde fuera con la aquiescencia del poder doméstico.
Y luego llegó el turno de los amotinados frente a todo y a todos, el inevitable voto al Movimiento del ácido showman Beppe Grillo, que es algo así como la respuesta del populismo en estado puro. Coleccionista de audiencias, coctelero de ingredientes de todos los sabores, con aderezos de indignación y resignación, con funciones de justiciero para aplacar la rabia, articular la venganza y tratar de oxigenar a un pueblo hastiado por gobiernos, sistema bancario, medios de comunicación y judicatura putrefactos, contaminados por unos, y sin demasiada diligencia por los demás.
Culminándose el vodevil, con una derecha que ha tenido que elegir entre lo malo y lo nefasto, y ha optado por uno de casa, Berlusconi. El personaje de la chistera y el conejo, pseudo anti-alemán que tras su ruptura con el catecismo del Cesar de “serlo y parecerlo”, no ha tenido el más mínimo pudor en escenificarse como el presunto corrompido y corruptor artesanal, a fin de gestionar ese trozo de país en el que todo vale y nunca pasa nada, mientras no seas un maldito rojo, un mentecato honesto, una perversa feminista o un juez independiente.
El
puzle italiano ha desplomado los mercados, a punto de cuasi desmontarse la
tramoya romana, ahora deben mover ficha quienes tienen la reina, Bersani y Grillo, y no están
condenados, están obligados al dialogo para construir consensos, y reconstruir
la castigada cuna del Renacimiento.