El argumentario que están montando es como un mal Halloween, que no asusta a nadie. Según avanzan las encuestas parece que, el vuelco del mapa, es mucho más acentuado que lo reflejado, y el terremoto electoral nos desnuda a todos, sin mover más alas que las necesarias para volar, con el viento a toda vela por el impacto también de la esperpéntica campaña sobre “que vienen los malos”, que está teniendo un efecto boomerang inusitado, convirtiéndose en una agencia recaudatoria de adeptos para la primera fuerza en intención directa de voto de este país. La gente piensa, si los que me han empobrecido, y me han quitado mis derechos, están nerviosos, es a los nuevos “cocos” del siglo XXI, a los que hay que votar, y además sin mirar nada más, se trata de ganar y luego tocará el plan para gobernar, así de elemental, pero de real, es el nuevo panorama, engordado por quien lo provoca.
La displicencia de los partidos clásicos con los movimientos emergentes, la negligencia contra la corrupción en todas sus vertientes, la oposición de baja intensidad con las políticas económicas y sociales, el desprecio al considerar la indignación como un estado de ánimo no convertible en voto, la prepotencia de los viejos ganadores al no reconocer lo agotado de sus mensajes, la gestión de las emociones para aparcar a quienes han actuado como verdugos, y los nuevos formatos de comunicación, han neutralizado el miedo que ya no asusta. Decía Sófocles: para quien tiene miedo, todo son ruidos.
Kechu Aramburu del Río.
Publicado en el Correo de Andalucia,
el 7 de Noviembre del 2014