Los malos tratos no tienen ni edad biológica, ni clase social, pero sí
tienen patrón y patronaje, tienen ideología, brazos ejecutores y
responsables en todos los peldaños del escalafón.
La violencia de género, está profundamente extendida e invisibilizada, y solo la percibe quien la sufre directamente como parte de la cotidianidad, y únicamente el golpe físico o el asesinato, aparecen como el iceberg estadístico de los malos tratos.
Algunos políticos serán unos malvados redomados, por supuesto, pero qué
frívola e irresponsable es esta hipócrita sociedad. Porque no solo mata
el cuchillo, también mata el silencio y la deformación cultural.
Y se preparan para matar a la larga, los patucos celestes de lana para el recién nacido y el gorrito rosa para la niña, y va matando después la segregación por sexos en la escuela, aficionar a los niños solo al futbol, y a ellas exclusivamente a estar bellas por fuera, para ser objeto del deseo masculino, van truncando la vida las intransigentes expectativas sobre la super-mujer, madre, esposa, compañera, amante, nuera, cuñada, cuidadora, arregladita pero sin pasarse, culta sin destacar, y a ser posible solo del AMPA, que es cosa de mujeres.
La posesión y los celos son armas de destrucción, que se forjan al calor de una televisión basura, de una educación masculinizada, de tradiciones sexistas, de chistes “verde podrido”, de las conversaciones sesudas y jocosas sobre los contornos de ellas, de la trasmisión de valores de padres a hijos sobre “las cosas de hombres”.
Y da la puntilla además, la no cobertura para el 70% de las desempleadas, los recortes del 94% en las políticas de fomento del empleo femenino, llegando la tijera al 47% en igualdad en los dos últimos años y reduciéndose el presupuesto destinado a prevenir la violencia contra las mujeres cerca de un 30%.
La voladura del Estado del bienestar, provoca parálisis familiar y social, enrocándose en lo malo conocido, y desempolvando los roles mas arcaicos “de la pata quebrada” que dan seguridad, pero también pueden matar.
Kechu Aramburu
Publicado enn el Correo de Andalucia , el 22 de
Noviembre del 2013
La violencia de género, está profundamente extendida e invisibilizada, y solo la percibe quien la sufre directamente como parte de la cotidianidad, y únicamente el golpe físico o el asesinato, aparecen como el iceberg estadístico de los malos tratos.
Y se preparan para matar a la larga, los patucos celestes de lana para el recién nacido y el gorrito rosa para la niña, y va matando después la segregación por sexos en la escuela, aficionar a los niños solo al futbol, y a ellas exclusivamente a estar bellas por fuera, para ser objeto del deseo masculino, van truncando la vida las intransigentes expectativas sobre la super-mujer, madre, esposa, compañera, amante, nuera, cuñada, cuidadora, arregladita pero sin pasarse, culta sin destacar, y a ser posible solo del AMPA, que es cosa de mujeres.
La posesión y los celos son armas de destrucción, que se forjan al calor de una televisión basura, de una educación masculinizada, de tradiciones sexistas, de chistes “verde podrido”, de las conversaciones sesudas y jocosas sobre los contornos de ellas, de la trasmisión de valores de padres a hijos sobre “las cosas de hombres”.
Y da la puntilla además, la no cobertura para el 70% de las desempleadas, los recortes del 94% en las políticas de fomento del empleo femenino, llegando la tijera al 47% en igualdad en los dos últimos años y reduciéndose el presupuesto destinado a prevenir la violencia contra las mujeres cerca de un 30%.
La voladura del Estado del bienestar, provoca parálisis familiar y social, enrocándose en lo malo conocido, y desempolvando los roles mas arcaicos “de la pata quebrada” que dan seguridad, pero también pueden matar.
Kechu Aramburu
Publicado enn el Correo de Andalucia , el 22 de
Noviembre del 2013