No es que Muñoz Molina sea un
nostálgico de la memoria histórica, no
es que desprecie la historia oficial contada, no es que reproche a algunas
editoriales el aparente sesgo de contar desde la trinchera de los vencedores,
no es que sea un talibán de la narración desde la química de la primera persona.
Antonio es un tozudo emplazador, como el maestro Cernuda, para que seamos
facilitadores de la construcción de la ciudadanía, sin pasar página, sin rendir
tributo al olvido, pero ligeros de equipajes pesados, como el resentimiento y
la venganza de quienes no conocen el alma de la verdad sin atributos.
Estremecido por los devastadores
efectos de la cultura de la velocidad, y
del barrido que produce en nuestras memorias la multiplicidad y la manipulación
de los registros informativos, tan imprecisos
como no verídicos, incrédulo con el deteriorado papel de algunos medios de
comunicación, y sospechador con causa de que este nuestro sistema educativo no
da testimonio fiable de lo que pasó ayer,
ni antes de ayer.
Decide “el premio” travestirse
en notario, y dejar que la sangre de sus venas recarguen la pluma alertándonos sobre
la fragilidad del pensamiento, que solo se abastece de un presente que
convierte lo impensable en imperceptible, y la incertidumbre en riesgo.
Sorprendido por la doble moral de una gran parte de la
clase política, por la escenificación del
disenso y los desacuerdos, por la incapacidad para asegurar zonas
sociales libres de conflictos de intereses particulares, que aseguren
que son servidores públicos y garantizan derechos.
Nuestro Príncipe de Asturias de
las Letras nos alerta sobre los peligros de los nuevos voceros de la ideología
dominante, de la sustitución de la voz de la calle por la de los opinadores a
sueldo, de la provocada e interesada
desafección de la política por
parte algunos, para cazar populismos que
acudan al grito de ¡salvación!
Cómplice de la teoría de que la
verdad no es creíble si la mentira es repetida mil veces, y del confort de la ortodoxia de no
disentir y de pasar cada amanecer la prueba de fidelidad en el entramado institucional, en el trabajo, en la pareja, en el partido,
en el sindicato, en las columnas, en la emisora, y en el canal privado o
público. Así es sin matices mi querido Muñoz Molina.
Kechu Aramburu.
Publicado en el Correo de Andalucia, el 7 de junio