viernes, 7 de junio de 2013

Eso es mentira.

 No es que Muñoz Molina sea un nostálgico de  la memoria histórica, no es que desprecie la historia oficial contada, no es que reproche a algunas editoriales el aparente sesgo de contar desde la trinchera de los vencedores, no es que sea un talibán de la narración desde la química de la primera persona. Antonio es un tozudo emplazador, como el maestro Cernuda, para que seamos facilitadores de la construcción de la ciudadanía, sin pasar página, sin rendir tributo al olvido, pero ligeros de equipajes pesados, como el resentimiento y la venganza de quienes no conocen el alma de la verdad sin atributos.

Estremecido por los devastadores efectos  de la cultura de la velocidad, y del barrido que produce en nuestras memorias la multiplicidad y la manipulación de los registros informativos, tan  imprecisos como no verídicos, incrédulo con el deteriorado papel de algunos medios de comunicación, y sospechador con causa de que este nuestro sistema educativo no da  testimonio fiable de lo que pasó ayer, ni antes de ayer.

Decide “el premio” travestirse en notario, y dejar que la sangre de sus venas recarguen la pluma alertándonos sobre la fragilidad del pensamiento, que solo se abastece de un presente que convierte lo impensable en imperceptible, y la incertidumbre en riesgo.

Sorprendido  por la doble moral de una gran parte de la clase política, por  la escenificación del disenso y los desacuerdos, por la incapacidad para asegurar  zonas  sociales libres de conflictos de intereses particulares, que aseguren que son servidores públicos y garantizan derechos.


Nuestro Príncipe de Asturias de las Letras nos alerta sobre los peligros de los nuevos voceros de la ideología dominante, de la sustitución de la voz de la calle por la de los opinadores a sueldo, de la provocada e interesada  desafección de la política  por parte algunos, para cazar  populismos que acudan al grito de ¡salvación!

Cómplice de la teoría de que la verdad no es creíble si la mentira es repetida  mil veces, y del confort de la ortodoxia de no disentir y de pasar cada amanecer la prueba de fidelidad en el entramado institucional,  en el trabajo, en la pareja, en el partido, en el sindicato, en las columnas, en la emisora, y en el canal privado o público. Así es sin matices mi querido Muñoz Molina.
Kechu Aramburu.
Publicado en el Correo de Andalucia, el 7 de junio