La Navidad es la fecha de una fiesta
romana que celebraba el solsticio de invierno. En el siglo IV fue adaptada a la
nueva religión romana, ya que Jesucristo no nació en diciembre sino en agosto,
y tampoco en el año 0 sino en el -7, y fue
el Papa Gregorio XIII el autor material de semejante trasiego en el
santoral durante el siglo XV. No hay evidencias del belén en el 24 ni siquiera
en los evangelios de San Lucas y San Mateo.
La Iglesia católica, bajo la influencia
de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno, decretó la fecha
de la Natividad el 25 de diciembre en el año 345, como forma de asegurar
la conversión de los fieles que tradicionalmente celebraba el solsticio de invierno. En Roma en ese tramo del calendario se
celebraba “La Saturnalia” (dios de la agricultura) tal evento consistía en
banquetes y diversiones, o sea comer y beber. Con algunas dificultades se absorbió
esta fiesta pagana, unificándose su reconocimiento oficial y dando origen a la gran feria del consumo de la Navidad.
Su complementario, aunque de menor
intensidad, es el personaje de Papa Noel o Santa Claus, a la sazón el obispo
cristiano San Nicolás, y es con la tradición holandesa medieval, inmigrada y
reinventada en lo que luego fue la Nueva York de los EEUU, quienes han consagrado,
con la inestimable ayuda de la multinacional Coca Cola, la bonachona
festividad, asegurando la leyenda urbana que fue dicha marca la que dio los
colores en la ilustración encargada en 1.931 a Habdon Sundblom, para promocionarlo
y promocionarse.
El “boom” consumista tiene sus orígenes
donde la historia no contada sitúa los
intereses, en unos casos de la Iglesia,
en otros de las marcas y asociados. Desde el siglo XIX, la Navidad es sobre
todo vivir bajo una consigna grabada a sangre y fuego en la frente de todos los
mortales, seas pobre o rico, niño o mayor, del norte o del sur, todos los
cristianos o no, todos sin excepción estamos sometidos a la férrea disciplina
de comer pantagruélicamente, consumir, gastar, usar, tirar, regalar, adornar y celebrar, aunque estemos con el agua al
cuello, aunque haya cada vez más pobreza severa, aunque no haya nada que
celebrar.
¡Qué requetebién tiene organizada la
sociedad el temerario sistema capitalista, en diciembre toca paliar la crisis
consumiendo y en enero consumiéndonos! Por eso a Dios lo que es de Dios, y al
capitalismo lo que es del capitalismo.
Kechu Aramburu.
El Correo de Andalucía, 27 diciembre 2012.