domingo, 24 de febrero de 2013

Se acabaron las lágrimas.

El diagnóstico de lo que pasa en la España contemporánea está suficientemente hecho. La voz de algunos medios, la tinta de otros pocos, las denuncias de los afectados, los suicidios de unos, los empleos perdidos de muchos, la emigración juvenil y forzosa de los siguientes, los demasiados hambrientos, los inmorales esquiando como si no pasará nada, el ruido de los Goya, la solidaridad de los iguales, el clamor de la calle, avalan el veredicto de descomposición no de una sociedad, sino de diferentes instancias del entramado público y privado de este país. 

La cultura del victimismo nos puede convertir en plañideras, haciéndonos rehenes de la desesperanza y el hastío, desactivándonos para dar la batalla de construir, o instalarnos en el confort de pensar que otros  lo harán por mí, o en la desidia derrotista de teorizar que esto no tiene solución. Cualquier opción que no signifique, ahora más que nunca, “tirar para adelante” personal y colectivamente es por omisión cómplice de los destrozos de cuello blanco, que se están realizando contra la mayoría de esta joven y enferma democracia. 

Es especialmente necesario el papel en primera línea de la ciudadanía comprometida, ya que el descredito de quienes deberían tener los deberes más que hechos, es proporcional a sus abusos y a su extrema  opacidad, y  ahora sorprendidos están atropellándose por resituarse, olvidando que no basta con serlo y parecerlo a partir de ahora, sino que la ética, la honestidad, la transparencia, y la austeridad aplicada a uno mismo, no son virtudes que se deben tener, sino que se deberían haber tenido antes de ser cogidos “in fraganti”,  como requisitos mínimos para representar al pueblo y ejercer la cosa política, y no me refiero a unos en concreto, sino a quienes les afecte, que no son pocos.

Por lo tanto, para empezar a reconstruir lo que hoy no es solo desapego, sino ruptura entre representantes y representados, hace falta  redefinir y firmar un nuevo contrato social, donde los  padres y madres constitucionales  no estén contaminados por el presente  o el pasado, teniendo  inexorablemente que empezar hoy mejor que mañana, porque corremos el riesgo de poner en peligro la democracia, la que quiere decir derechos e igualdad de oportunidades para todos, 
así si podríamos.


Kechu Aramburu.
El Correo de Andalucía.
21 febrero 2013.

viernes, 15 de febrero de 2013

Los códigos de Ratzinger.



Benedicto XVI  no ha muerto biológicamente, ni siquiera está gravemente enfermo,  el sucesor de Juan Pablo II sencillamente ha dimitido, cosa que no le honra por dos cosas: los capitanes no saltan cuando parece que el barco se hunde, en este caso es el Vaticano el que está en llamas, y segundo se supone que entre los cometidos de su pontificado estaba limpiar la Capilla Sixtina,  haciendo de la ejemplaridad el más potente argumento de la moral. Pero no, el campo de minas que es la curia romana, empequeñece los affaires más turbios de la política española.
 
La herencia que recibió y que conocía perfectamente, queda sin revisar suficientemente,  la cual estaba plagada de macro escándalos sexuales y financieros de algunos de sus cardenales, obispos y curas, coronada por sus cuervos que han quebrado  con las filtraciones, uno de los bienes más sagrados del Estado Vaticano,  “el dogma de la opacidad”, donde la transparencia es delito  eclesial.

El legado que deja el teólogo germano, sepultador con el polaco Wojtyla del Concilio Vaticano II y azote de la teología de la liberación, es  su bendita cruzada contra los matrimonios homosexuales, su forofa maldición sobre el ejercicio de interrumpir los embarazos, su fobia traducida  en ley divina sobre la invisibilidad de las mujeres en la Iglesia, su exacerbado verbo contra los preservativos, su afilado discurso contra la fecundación artificial, y sus tropas dialécticas contra el derecho a una muerte digna,  amén de su talibanismo antilaicista , y para no hacer leña del árbol caído me abstendré de recordar como su primera visita a España en 2006, para presidir en Valencia el V Encuentro Mundial de la Familia, terminó incluida en “el caso Gurtel”.

Como aportación contemporánea para la cristiandad si hay que reconocerle la incorporación a  Twitter y a  Facebook, la supresión del limbo que tan de calle traía  a los que no son malos de solemnidad, la recuperación de una lengua muerta como el latín  y el cuestionamiento de la  presencia de la mula y el buey en el nacimiento de Jesucristo.

Los áulicos  ultras, maestros de la conspiración y que él alimentó en el dantesco Vaticano lo han devorado, y su penitencia es la derrota por no haberlos condenado, ahora ya solo le queda desde la clausura rezar hasta la eternidad.
Kechu Aramburu.
El Correo de Andalucía, jueves 14 de febrero de 2013.

viernes, 8 de febrero de 2013

La España oficial y la España real.



Nadie recuerda quien mató a Kennedy, tampoco el nombre del toro que mató a Manolete, no pasa nada.



Lo peligroso es que no se recuerde porqué Al Capone fue a la cárcel: la sentencia a 11 años de prisión por evasión de impuestos, no por asesinato o contrabando.

Y es posible que tampoco recordemos que pasó con Bettino Craxi en la década de los 80, que tras la resaca del proceso judicial llamado “Manos Limpias”, en un intento de acabar con la corrupción imperante en la política italiana, el primer ministro señalado entre los corruptos tuvo que dimitir de su cargo.  Su partido no tardó en desaparecer y posteriormente “llegó  quién llegó” al poder,  en medio de un cuasi vacío político, Silvio Berlusconi un populista para un pueblo en busca de su salvador, el cual condenó a Italia a la bancarrota y su deslegitimado sistema llevó a la tumba la vida pública italiana. 
Esta es la tozuda historia que no por desconocida se repite, es muy español decir que esto sólo pasa en España, pero indiscutiblemente lo que sí tiene la marca del reino es la fractura insoslayable entre la España oficial y la España real, entre la España Mato, la España Gurtel, la España Nóos,  la España Pallerols, la España Palma Arenas, la España de los defraudadores ,de los evasores, de los traficantes de la pobreza y compañía, de los okupas de la política para lucrarse, de los golpistas de nuestra secuestrada democracia, y la España real de las dos millones y medio de personas en la pobreza absoluta y severa, de la España de casi  seis millones de parados.


Es necesaria una restauración democrática y devolverle la palabra al soberano, para ver como se desamortiza a los delincuentes de lujo, como se acaba con el cinismo de los ladrones VIPS, como desactivamos los enredos de este poder, como nos devuelven lo que nos han quitado.


Y como me dijo Maquiavelo  porque la culpa no es nuestra, dense prisa que se nos acaba el sentido común, y no nos cuenten lo que hay que hacer, hagámoslo. Por qué ¿quién teme a Virginia Wolf?

Kechu Aramburu.
Publicado en El Correo de Andalucía, 7-2-2013.